Luchas, resistencias y desafíos
- Lucha, conquista e hito.
Se cumplen quince años de la sanción de la ley de Educación Sexual Integral –ESI–, una conquista que fue hito del reconocimiento y la ampliación de derechos para toda una generación. A esta altura, sabemos que toda la lucha que ella implicó y la consiguiente batalla ganada no fueron un punto de llegada, sino uno de partida.
Es innegable que la educación sexual integral funcionó como una posta para otras luchas que vinieron después. Se trata no solo de una norma, sino de un mojón que deja atrás más de una década de políticas neoliberales, en la que la subjetividad de lxs jóvenes se había formateado de un modo tal que el futuro se encontraba clausurado y la imaginación parecía domesticada.
La ESI está indisolublemente ligada al derecho a la educación pública, y desde ambos derechos fue posible proponer un nuevo paradigma sobre la sexualidad que revolucionó prácticas y concepciones, demostrando una gran capacidad transformadora. El Estado asume la responsabilidad de brindar a lxsniñxs y adolescentes información adecuada y veraz sobre aspectos ligados a la sexualidad, a la equidad de género, al conocimiento de nuestros cuerpos, a la autonomía progresiva y al ejercicio de los derechos, y elige a la escuela como lugar estratégico para hacerlo.
La principal ruptura que se plantea desde la ley 26.150 al incorporar la noción de integralidad es, justamente, romper con la mirada biologicista de la sexualidad y explicitar las desigualdades que permanecen ocultas bajo un discurso aparentemente científico. El artículo 1° sostiene: “entiéndase como educación sexual integral la que articula aspectos biológicos, psicológicos, sociales, afectivos y éticos”.En este sentido, pensar una política pública sobre la sexualidad que se aborde en el ámbito escolar muestra una enorme potencia transformadora, ya que cuenta con contenidos que se trabajan desde la infancia misma. Efectivamente, la ley dispuso que en todas las aulas del país se empiece a hablar de identidad, de la sexualidad, de las emociones, de los derechos de lxsniñxs, algo que poco antes era impensado. La ESI viene de la mano de la ley 26.061 de Protección Integral de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes y el cambio de paradigma que significó pasar de la doctrina de la situación irregular o Protección Tutelar(que concibe al/la niño/a como un objeto de protección del Estado y de la sociedad en general) a la doctrina de la Protección Integral, que reconoce a los niños, niñas y adolescentes como sujetos de derecho.
- Resistencias
Esta política tuvo (y aún tiene) fuertes resistencias. Los sectores que las encarnan rechazan globalmente el paradigma del cual parte la ESI, y se han organizado y construido sus propias agendas en oposición a toda perspectiva de ampliación de derechos. Un claro ejemplo de esto es la campaña “con mis hijos no te metas”, que nace en Perú en el 2006. Enfrentar estos debates, desenmascarar los argumentos reaccionarios y desarrollar una amplia labor pedagógica es central para construir la correlación de fuerzas que nos permita avanzar tanto en el terreno de las ideas como en la propia acción política.
Si nos focalizamos en la ESI, estos sectores ligados a posiciones conservadoras y a grupos fundamentalistas se proponen estrategias que buscan delimitar desde dónde hay que pensar e implementar la educación sexual, dejando en claro que lo primordial es respetar los derechos de las familias, a diferencia de la ley que pone el foco en los educandos/las niñeces y las adolescencias.
En el fundamento teórico de esas propuestas podemos identificar algunos puntos clave: primero, la referencia única a una configuración familiar compuesta por un varón y una mujer; segundo, el lugar central de la procreación en ese vínculo, donde no hay relación de desigualdad sino una diferenciación que tiene un fundamento biológico, al que denominan complementariedad de los sexos.[1] Es por eso que combaten toda propuesta educativa que salga de aquellos parámetros, que presente el abanico de conformación de familias posibles, que tenga un sentido crítico sobre la configuración de los roles masculinos y femeninos o que presente un mundo diverso, no binario.
La Educación Sexual Integral permite sostener una serie de interrogantes y poner en cuestión, desde una perspectiva de género, la existencia de relaciones de poder entre varones y mujeres, que el discurso biologicista naturaliza e invisibiliza.
Las resistencias a la ESI son encarnadas por una serie de actores antiderechos que también se oponen a la interrupción voluntaria del embarazo y al reconocimiento de derechos a la comunidad LGBTI+, y que desde un tiempo a esta parte han cambiado su estrategia discursiva, abandonando argumentos religiosos y utilizando una retórica ligada a la cultura, la soberanía nacional e, incluso, a los derechos. Estas interpelaciones les permiten alcanzar nuevas audiencias y espacios para desarrollar sus posiciones –como en los espacios de derechos humanos internacionales–.[2]
Entre los conceptos generales antiderechos encontramos la protección de la familia, que ocupa un lugar destacado en la preservación de la cohesión social, la moralidad y las tradiciones; el derecho a la vida desde la concepción; la afirmación de la inexistencia de los derechos sexuales –entre ellos la ESI–; y una fuerte oposición a los derechos relativos a la orientación sexual y la identidad de género.
- Desafíos
Para pensar los desafíos que tenemos por delante debemos tener en cuenta que, quince años después de la sanción de la ley de Educación Sexual Integral, “lejos de replegarse frente al ingreso de la sexualidad a las agendas públicas y los debates legales, el activismo religioso conservador ha reforzado su presencia, instaurando nuevas estrategias para recuperar (o en algunos casos no perder) el control sobre la legalidad y legitimidad de la sexualidad”.[3] Las políticas públicas, en particular las que abordan temas sobre sexualidad, están atravesadas por estas tensiones y por las disputas en las que se involucran los mismos actores sociales que son parte de su implementación y, por lo tanto,encargados también de orientarlas según sus perspectivas. Este secularismo estratégico, concepto que desarrolla Vaggione, permite también complejizar esa polarización construida entre una orientación laica y una orientación religiosa. Ya no alcanza con pensarlas como batallas ganadas o perdidas, sino que se trata de trabajar sobre esas negociaciones en la práctica, en las escuelas, en las instancias de formación docente, donde el cambio de perspectiva sobre la sexualidad cobra territorialidad y tienen consecuencias y efectos reales. Por eso, para continuar esta línea de trabajo se hace imprescindible seguir abriendo preguntas a partir de la puesta en práctica de la Educación Sexual Integral: en las aulas, en las escuelas, en los espacios educativos por donde transitan los niños, niñas y adolescentes en nuestro país.
Hace quince años dimos un paso extraordinario hacia una sociedad con más derechos y libertades. En todos estos años avanzamos en la construcción de infancias y adolescencias más libres y plenas, y ese camino transitado no debe ser subestimado. Pero las resistencias conservadoras subsisten y los desafíos se renuevan. Con las misma mismas banderas y las mismas esperanzas, seguiremos abriendo nuevos caminos.
[1]“Una búsqueda sincera por la igualdad en dignidad de los varones y mujeres no ha de pasar sino por la aceptación de su diferenciación esencial, que no implica subordinación de roles ni de significación social. Justamente es el concepto de complementariedad de los sexos la puerta para encontrar nuevos y más plenos paradigmas vinculares entre los hombres y las mujeres de hoy y mañana” CONSUDEC, Aportes para la implementación del Programa de Educación Sexual Integral, p. 24. http://www.santillana.com.ar/Consudec/Programa%20de%20educacion%20sexual.pdf.
[2] Ver Derechos en Riesgo, Observatorio sobre la Universalidad de los Derechos Informe sobre tendencias en derechos humanos 2017. https://www.awid.org/sites/default/files/atoms/files/informe_our_tendencias_en_derechos_humanos_2017-final.pdf
[3] Ver VAGGIONE, Juan Marco (2009). Sexualidad, religión y política en América Latina, trabajo preparado para los diálogos regionales, Río de Janeiro. p. 32. http://www.sxpolitics.org/pt/wp-content/uploads/2009/10/sexualidad-religion-y-politica-en-america-latina-juan-vaggione.pdf.
Elizabeth Gómez Alcorta
Ministra de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación Argentina. Es abogada por la Universidad de Buenos Aires, especializada en Derecho Penal en la UBA y en Ciencias Políticas y Sociología en FLACSO. Profesora Adjunta Interina en la materia Elementos del Derecho Penal y Procesal Penal de la UBA. Fue Subcoordinadora del Programa Verdad y Justicia del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación y funcionaria judicial. Representó como abogada a víctimas de terrorismo de Estado y líderes y lideresasindígenas.
Es socia del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), fue socia fundadora de la Comisión Directiva de la Asociación Argentina de Abogados de Derecho Indígena (AADI) y preside el Movimiento de Profesionales para los Pueblos.
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