Desde la sanción y promulgación de la Ley Nacional N°26.150 de Educación Sexual Integral, en octubre del año 2006, y la implementación(o los esbozos de implementación en algunos casos) de la ESI en las instituciones educativas, mucho hemos aprendido respecto de su contenido, como la forma en que atraviesa todos los campos del desarrollo de niñes y adolescentes, cómo impacta en sus vidas diarias y qué nos falta para terminar de transformarla en la herramienta que, definitivamente, nos permita empoderar a todes les niñes y adolescentes, independientemente de su género. La experiencia acumulada en las escuelas que han podido implementar las ESI y que, coincidentemente, son aquellas que han tejido redes con toda la comunidad educativa, así como los cambios sociales posteriores al desarrollo de los contenidos tal como fueron propuestos en el año 2009 en los “Lineamientos Curriculares para la Educación Sexual Integral”, hacen hoy necesaria una reformulación del alcance, las implicancias y la forma de integrarla a otros contenidos curriculares, siendo que se nos ha hecho obvio cómo los atraviesa, y, en definitiva, una adecuación de los contenidos a los avances que se han registrado en estos casi catorce años tanto en materia de medicina como de psicología, y también desde el aspecto legal, con la promulgación de las leyes de Protección integral a las Mujeres, Matrimonio Igualitario e Identidad de Género o la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. Es con este enfoque que la ESI pone en evidencia las áreas donde existen deficiencias por parte del Estado, y nos abre la perspectiva hacia esas cuestiones que deben ser abordadas como parte de este nuevo paradigma que se propone con esta visión integral e integradora. El alcance de la Educación Sexual Integral como elemento transformador va mucho más allá de la implementación de un programa educativo, y tiene impacto directo en la vida diaria de niñes y adolescentes, pero también en sus entornos familiares y, por ende, en el entramado social como un todo.

La Educación Sexual Integral (ESI) es una forma de abordar la enseñanza de la Sexualidad. Es una puerta que abre la posibilidad de interpelarnos y permitir a otras personas interpelar su cotidianeidad. Poner la lupa en lo cotidiano, lo naturalizado, lo “normal”. Es un faro de luz que nos advierte que lo que siempre fue así puede ser diferente. La ESI es una herramienta de liberación que empodera a las personas, las hace protagonistas de su propia sexualidad y les permite vivir una vida más feliz, justa e igualitaria.

Todes fuimos educades en sexualidad: existe “Educación Sexual” en las miradas, en las expresiones, en los golpes que recibíamos por ser “distintes”, en las frases misóginas, en las clases de “ESI” en las que solo enseña sobre métodos anticonceptivos y sobre infecciones de transmisión sexual, en las filas de nenes y de nenas, en los baños separados, en los aros al nacer solo para las personas con vulva, en los regalos dados en las festividades, en los cortes de pelo, en las profesiones o posibles carreras universitarias, en preguntarle a une adolescente si ya tiene novia o novio asumiendo su heterosexualidad…

Existe una “Educación Sexual” que recibimos en casa y en la escuela cuando callamos el maltrato, la violencia y los abusos, cuando decimos “mirá la cantidad de hijes que tiene esta mina”, o “¿ésta hasta cuándo va a esperar para ser madre? ¡Se le pasó el reloj biológico!” Encontramos “Educación Sexual” cuando se les permite a los varones que sean un poco brutos porque “así son los varones”. Así, podríamos describir infinitos ejemplo más…

La Educación Sexual Integral nos permite entender la sexualidad desde otra perspectiva. Una sexualidad en la cual las personas son libres de expresar su sentir sin miedo al rechazo o a la violencia, donde las prácticas son consensuadas, donde las relaciones son igualitarias y no coercitivas ni violentas, donde cada persona puede estudiar y trabajar de lo que le apasiona independientemente de sus genitales, donde no se presuma el género de una persona ni por su apariencia ni por sus genitales, donde se respeta el derecho de cada persona de tener relaciones libres de coerción y consensuadas con quienes deseen. La ESI es una forma de entender la sexualidad donde las personas son protagonistas, donde se provee la información y se permite de esta forma que las personas tomen decisiones sobre su cuerpo, sus prácticas, etc. pero siempre desde esa información, real, veraz y pertinente.

La ESI es un derecho que el Estado y las instituciones educativas deben buscar satisfacer. La Ley Nacional N°26.150 de Educación Sexual Integral garantiza a nivel nacional, provincial, municipal y en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires ese derecho a recibir Educación Sexual Integral tanto en escuelas de gestión estatal como privada, laicas o confesionales. Incluye a todos los niveles educativos: inicial, primario, secundario y terciario no universitario y a la formación docente, adecuando los contenidos de manera gradual de acuerdo con la edad de las y los estudiantes.

A pesar de que la Ley de ESI está vigente desde el año 2006, presenta hoy en día múltiples factores que dificultan su implementación. Un estudio llevado a cabo por la Fundación Huésped y el Colectivo por los Derechos Sexuales y Reproductivos mostró que el 50% de les estudiantes y el 96% de les docentes indican que conocen la Ley de ESI. Sin embargo, sólo la mitad de les docentes entrevistados recibió formación en capacitaciones proporcionadas por el Estado. El 57% de les docentes indica que buscó información por sus propios medios. Para el 86% de les estudiantes la ESI es “aprender sobre el aparato reproductor”, mientras que el 40% de les docentes entrevistados señala al aparato reproductor entre los temas que trabaja cuando aplica la ESI. Es decir, todavía se la asocia con la enseñanza del sistema genital (comúnmente llamado aparato reproductor) y esto, inevitablemente, la vincula a los espacios curriculares de Ciencias Naturales. Este es uno de los principales conflictos entre lo que propone la Ley de ESI y su implementación.

Las encuestas realizadas a docentes y a estudiantes del nivel secundario nos muestran que a pesar de que la Ley propone el abordaje transversal, ya explicado al comienzo de este texto, tanto docentes como estudiantes identifican la ESI con temas biológicos. Estamos ante el absurdo de que desde la Ley se propicia la transversalidad, pero incluso desde el Ministerio de Educación se propone “la semana de la ESI”, como si fuese un tema a tratar sólo durante una semana al año.

Si bien la implementación de la ESI es obligatoria y sus contenidos son prescriptivos y están descriptos en los lineamientos curriculares, muchas instituciones educativas, especialmente las religiosas, se apoyan en el artículo quinto de la Ley de ESI y sostienen que la ESI que elles aplican se adecua a su ideario institucional. Estas escuelas aplican una “ESI paralela” binaria, cis-heteronormativa y patologizante. Asimismo, muchas familias sostienen un discurso de dueñidad o propiedad respecto a les niñes y desde ese lugar de desconocimiento de los marcos normativos vigentes se oponen a la implementación de la ESI con perspectiva de género y de derechos. Esto se hizo muy notorio cuando surgió por redes sociales, e incluso hubo acciones concretas, la consigna “con mis hijos no te metas”.

La falta de formación docente anteriormente descripta impide que les docentes pongan en conflicto ideas naturalizadas y arraigadas sobre cómo deben ser los vínculos entre les niñes o les adolescentes, entre les niñes/adolescencias y les adultes y entre les adultes dentro de las escuelas. Les docentes hacen silencio frente a las violencias que se viven en las escuelas y muchas veces esto está relacionado con la naturalización de ciertas prácticas cotidianas del ámbito escolar. Las escuelas, para las infancias y las adolescencias, se transforman en lugares inseguros cuando les niñes o adolescentes no responden a los estereotipos o sus cuerpos no se adecuan a la norma. Si para les niñes y adolescentes que son considerades “normales” el ámbito se torna inseguro, el problema se acentúa y complejiza cuando les estudiantes son niñeces o adolescencias trans/travestis, llegando a transformarse la escuela en un verdadero infierno para esas niñeces y adolescencias, hasta el punto de incidir fuertemente en las tasas de suicidios cuando se alcanza la edad de la adolescencia tardía.

Al focalizar en las primeras manifestaciones de la autopercepción del género, distinto al asignado al nacer, la edad promedio es entre 1 y 6 años. Muchas veces hemos oído, ante esta afirmación, la consabida frase: “pero son muy pequeños para saber a esa edad lo que quieren”. A esta altura, es innecesaria la aclaración sobre las diferencias entre identidad de género y orientación sexual. Está claramente demostrado que es en este período donde se comienza a construir la identidad, tanto en la consciencia de sí mismes, como en la percepción de su género, y la ley 26.743 de Identidad de Género así lo contempla.

Como ha quedado claro a lo largo de este texto, es imperiosa la necesidad de plantear una reforma de la Ley de ESI, para contemplar todos los avances y evoluciones que hemos experimentado tanto a nivel social como científico en estos casi 15 años.

Paula Arraigada

Militante peronista y feminista. Referente de «La Nelly Omar» espacio político partidario conducido por una mujer trans.